jueves, 26 de junio de 2014

Abusa de tu imaginación


Ayer noche, mientras veía en la horizontal de mi casa la película Intocable, buena película y en cierto modo reconciliadora con la persona, llamó mi atención un spot publicitario de una cadena televisiva. La frase con la que juega y que da sentido al mismo es “Abusa de tu imaginación”. Creo que el spot tiene mucho de poesía, me gustó y pensé que en los sueños, ciertamente se ensancha la vida, fantasía, irreales, pero expansivos de la finitud. En otra película que dirige de forma magistral Garci “You’re the one”, uno de los actores afirma que “los sueños de pobre nos hacen daño a nadie”, así que por qué no, soñemos. Creo que no es malo soñar, imaginar, siempre que no sirva como vía de escape de la realidad para no afrontarla, porque la realidad hay que vivirla, y vivirla a fondo, y cada uno como pueda, en muchas ocasiones, con mantener el tipo erguido ante las circunstancias que nos vienen en ésta es suficiente. Con la imaginación y sueños nos expandimos, crecemos, nos elevamos.

¿Con qué soñaría Jesús de Nazaret? ¿Qué imaginaría? Porque como hombre seguro que imaginó y soñó, recostado siempre sobre el pecho de su Padre y su voluntad, pero soñaría…

El texto principal del anuncio publicitario afirma lo siguiente: “Dicen que el sueño es el refugio de tu otro yo, y de tus deseos; que cuando se sueña se extiende la vida y que quien sueña no muere, queremos más tiempo para una vida extra, para otra vida…”
Me parece un texto muy acertado y lleno de matices opinables y enriquecedores: tu otro yo, extender la vida, más tiempo para una vida extra… cuánto podríamos hablar al respecto de cada una de estas premisas, y cada uno lo haría desde su vida, desde sus circunstancias, desde sus sueños e imaginación.

Pues dejadme que sueñe sobre una Vespa recorriendo la Toscana, acariciando la hierba de sus prados, tomar algo frió una noche calurosa bajo una farola que no da excesiva luz, que me encuentras, que te encuentro, que nos encontramos. No dejéis de soñar durante este verano, y ojalá algunos de vuestros sueños se “encarnen”. Feliz verano.
 

martes, 20 de mayo de 2014

El gusto por las pequeñas cosas


A menudo somos tan estúpidos que normalizamos el día a día; como si cada uno de sus momentos tuvieran que ser de ese modo, invariables, sujetos a la anodina rutina, sin importancia, tibios.

Ya desde hace algún tiempo intento educar mis sentidos y comenzar a valorar esos pequeños momentos en un deseo de saborearlos con hondura, y hacerlos especiales. Una conversación profunda con una persona,  salir al balcón un momento por la noche y fundirse con lo creado, un abrazo, una mirada, las siluetas de las manos, una brisa suave rozando el rostro, el abrazo a un árbol que está vivo, saborear un café, pequeños momentos… Al final parece que nos la jugamos en la espesura del día a día, es el arte de vivir.

Cierto es que en la Historia de la Salvación hay grandes momentos espectaculares, siguiendo la pedagogía necesaria para que el pueblo fuera intuyendo el amor de Dios y asimilando el plan de salvación para cada uno de los hombres, pero ciertamente también aquí creo que los pequeños y callados momentos fueron decisivos: Un sí suave pronunciado por los labios de una chica joven, el parto de Jesús en un establo en un pueblo perdido en el rincón más oscuro del Imperio romano, el trabajo como artesano que dignifica, el gusto por las conversación con amigos, la revelación por parte de Jesús en pequeños grupos, una oración en el interior de tu habitación... pequeños momentos. Aprender a saborearlos y hacer de estos algo importante.

Una de las películas llenas de pequeños momentos en los que el director trata de fijar la atención del espectador es Amelie, una joven francesa encarnada por la actriz Audrey Tautou y su gusto por las pequeñas cosas. Os dejo unas imágenes de la misma.

miércoles, 30 de abril de 2014

La azada y el jardinero



Mientras me fumaba  un cigarrillo antes de coger el coche en el parking habitual, pasé por una zona ajardinada que suelo frecuentar. El rastro de la primavera se deja notar y siempre alegra el corazón. En uno de sus extremos un elemento común, que no acostumbro a ver allí, me llamo la atención: una azada. Automáticamente me vino una imagen del Evangelio a la cabeza: Jesús Resucitado, al que María Magdalena confunde con un hortelano. Lo verde, que se observa en la foto que congelé en ese momento, la tierra, y la azada sin jardinero (no estaba allí, solo la azada) me precipitó a esta imagen mental. Era un signo, como lo pudo ser el sepulcro abierto, el sudario y las vendas. El ver estos objetos no nos tendrían porqué llevar a creer, pero de algún modo preparan el corazón para el acto de creer, para el acto de fe, para el consiguiente y ulterior encuentro con Jesús Resucitado.
Ver la azada allí colocada, me generó una sensación de que alguien la había colocado allí  para ser vista, alguien que no se quería mostrar de momento, pero que preparaba el escenario para el encuentro real con su persona. Esto me llevó a pensar que Jesús resucitado, tal como leemos en los evangelios se deja ver, se revela, se aparece a quién quiere y en el momento que quiere. Jesús resucitado no es un cuerpo que había muerto y tras la resurrección ha sido revivificado en las mismas condiciones que tenía antes de morir, eso le pudo ocurrir a Lázaro, a la hija de Jairo… que tras ser resucitados por Jesús, volvieron a morir, tiempo después, como es natural. Jesús resucitado tiene un cuerpo transformado, vive la vida de Dios, y cuando este se aparece a María, a los Apóstoles, a los discípulos, estos no suelen reconocerlo hasta que el Señor se deja ver. Es Jesús el que sale al encuentro de aquellos primeros seguidores y de estos, cristianos del siglo XXI, y en el momento oportuno se revela, con palabras o gestos, siempre con lenguaje humano, de tal modo que los humanos podamos comprenderlo.
Jesús resucitado no es una mera experiencia psicológica de aquella comunidad de que el maestro vive, no es la proyección de sus deseos o sus ideales, ni una excusa para no caer en la frustración, rotas las ilusiones tras la cruz en el más desastroso de los finales. El encuentro con Jesús es real y sensible (lo perciben a través de los sentidos): les habla, les enseña las marcas de la pasión en su cuerpo, come con ellos, les parte el pan, y misteriosamente y a la vez, Jesús vive la vida de Dios, ha sido transformado gloriosamente. Jesús juega al escondite, se esconde y se aparece, en la Galilea de hace 2000 años y en el presente. ¿Seremos capaces de reconocerlo cuándo nos salga al encuentro? ¿Qué ocurrirá?


jueves, 24 de abril de 2014

La primavera y la Resurrección

La luz de la primera luna llena de la primavera nos señala que un año más el Señor pasa.
Pasar es Pascua.
Si la experiencia no nos enseñara que los tristes árboles desnudos durante el invierno, volverán a vestirse de blanco durante la primavera, tendríamos la total certeza de que han muerto. Pero la experiencia sensible y acumulada a lo largo de nuestros años de vida nos hace confiar (cum fides, esto es  con fe) en que no están muertos, sólo dormidos durante el letargo invernal. Con la primavera el campo mueve, despierta,  y este despertar nos hace estar más vivos a nosotros que formamos un todo con la naturaleza, nos recreamos en la belleza de las flores, se ensancha nuestro espíritu, parece que el mundo resucita, que el frío invernal que en ocasiones se aloja en nuestros corazones paralizándolos, comienza a revenir, y a tornar este, en el motor cálido que hace latir nuestras existencias. Cómo resuenan aquellas palabras del profeta… “os arrancaré el corazón de piedra, y os daré uno de carne”.
Es en la primavera cuando celebramos la Resurrección de Jesús, y no como un mero ritual albardado de palabras y gestos, sino  como la vivencia de fe del que sabe que su amado vive. La resurrección de Jesús implica muchas realidades que por analogía podemos perfilar, aun con todo, siempre nos quedaríamos cortos al intentar describir lo que conlleva.
La Resurrección significa que Dios Padre le da la razón a su Hijo Jesucristo, quitándosela a los hombres que no quisieron recibirlo, a los sacerdotes que lo habían condenado a muerte por declararse Hijo de Dios, y por poner en entredicho la forma en que éstos vivían la religión, donde predominaban más las formas, las leyes y lo normativo que las personas.
La Resurrección significa que el odio, la violencia y el mal serán destruidos y que la última en ser aniquilada será la muerte y esta ya no tiene la última palabra sobre el hombre y la mujer sino la vida.
La resurrección significa que la tumba está vacía, que no busquemos entre los muertos a los que viven y nos hace saltar de gozo, pues Jesus vive la vida de Dios y es libre, la misma libertad de vida que se abre para nosotros.
La resurrección significa que a pesar de todo lo que me vaya aconteciendo en la vida, bueno y malo, puedo integrarlo en mi existencia sabiendo que hay un más, y que hay uno que me amó antes que yo a Él, que me lleva de la mano hacia su morada.
La resurrección significa que no puedo callar ni guardar esta noticia para mí,  sino que tengo que gritarla con voz potente a los cuatro puntos cardinales para que la dicha que da la vida se contagie y se multiplique.  Esta Vivo.
Feliz Pascua.

martes, 25 de marzo de 2014

Dejar que Dios sea Dios

Cuando Moisés pregunta a Dios su nombre, ante la visión de aquella zarza ardiendo, de aquel fuego que no se extinguía quizá en su corazón, Dios se lo revela; mi nombre es “YO SOY”. Cuando cientos de años después, una cohorte y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, se dirigieron e mitad de la noche al Huerto de los Olivos con faroles, antorchas y armas para apresar a Jesús, ante la pregunta de a quién buscaban, Jesús-Dios vuelve a revelar su identidad “YO SOY”, la misma contestación ofrecida ante el interés envenenado de Caifás cuando  pregunta ¿Eres tu el Mesías?

Me pregunto qué grandeza habría detrás de esa breve respuesta, Jesús calla, Dios calla, pero ese callar no puede ser un silencio manipulable por parte de nadie.

A lo largo de la historia de la humanidad, muchos han sido los silencios de Dios, silencios incluso muchas veces reprochados por los hombres que ante lo descomunal de la vida, se revuelven hacia el cielo buscando una respuesta en los labios de Dios. Tras el genocidio judío en los campos de exterminio Nazi, tras una gran catástrofe natural y humana es muy lógico preguntarnos por qué Dios calló.  Los silencios de Dios en ocasiones también han sido aprovechados por parte de malintencionados que los utilizaban para hacer su voluntad humana controlando conciencias, y poniendo palabras en boca de Dios que jamás pronunció.

En muchas ocasiones, el común de los mortales, intenta someter la voluntad de Dios a la satisfacción de sus deseos, y ver a Dios como un ser que vive para satisfacer mis deseos, es ver a Dios con unos ojos un poco miopes. Cambiemos de lentes.

Bien es cierto que ante la limitación de la condición humana que es real y profunda, ante la vida que no se puede coger con las manos, que es incontrolable y que sigue sus propias leyes basadas en la libertad del mundo, con sus propias reglas de funcionamiento y ante las que nos tenemos que adaptar, asumiéndolas como mejor sepamos o podamos, el hombre busca la ayuda fuera de sí, lo que por sus propias fuerzas le es imposible. Esta realidad, abre una cuestión que nos interesaría reflexionar: Dios es Dios, distinto a mí, y como otro que es, no puedo manipularlo, ni hacer de Él, lo que yo desee.

Que Dios sea un Tú distinto a mí, significa que tiene voluntad propia, análogamente hablando claro, distinta a la mía; en palabras de Rudolf Otto, Dios es “el totalmente otro”, y esto nos suele poner nerviosos, porque se nos escapa de nuestra dominación e intereses. Dios no es un medio para mí, tampoco las personas se pueden convertir en un medio, Dios y el hombre, el hombre y Dios son un fin en sí mismos, y siempre son más.

Dejar que Dios sea Dios implica un desprotegerme, poco a poco ante el Otro, para que cada vez sea más él y menos yo, desde luego es un reto para toda la vida, pero también principio de amor, un desnudarme de mí mismo para que el Otro me tome totalmente, “quien tenga oídos que oiga”.

Creo que es un arte el aprender a vivir desde la consciencia de que Dios es Dios, y no soy yo, de que Él es un Tú distinto a mí, con unos deseos y voluntad propios que yo no puedo controlar, un camino a recorrer de sabiduría personal y que conlleva esfuerzo y tiempo. No nos preocupemos por el tiempo, el tiempo es lo que es y los procesos de cambio pueden realizarse progresiva y lentamente, Dios no tiene prisa, nosotros sí, pero querer controlar los tiempos de cambio, puede llevar implícito el volver a querer controlar a Dios. Deja que Dios sea Dios.

miércoles, 19 de marzo de 2014

La rueca de las Hilanderas se mueve

Tradicionalmente uno de los caminos para encontrase con Dios era la belleza, o Vía Pulchritudinis.
Al hablar de la belleza, amplío las miras: la belleza del amor, la belleza del arte, la belleza de las personas, la belleza natural y del paisaje, la belleza del cuerpo humano, la belleza del bien, la belleza del sexo, la belleza de la verdad, la belleza...
Lo bello sublima, eleva a las personas, las saca de sí mismas, más allá de lo físico, toca lo espiritual, posee un más que se hunde en lo interno del hombre y de la mujer y a la vez los trasciende. La belleza se convierte así en una humilde mediación para encontrase con Dios, o por lo menos para ponernos en camino hacia él.
Al contemplar la belleza, podemos permanecer observándola, quedándonos solamente en ella, en su visión y en lo que en mi se da y se produce al mirarla, aunque también podemos utilizarla como vehículo que nos conduce al encuentro con el Totalmente Bello. La belleza, como un signo apunta a un más allá, como una señal indicadora de una realidad mayor y más majestuosa, la belleza a través de ella misma nos reduce la distancia entre mi yo y el yo de Dios.
Cuando el hombre no sabe qué decir, contemplar la belleza desde la hondura del corazón puede crear una experiencia de unificación con el amor bello de Dios.
Quedarse sólo en la contemplación de la belleza (que no es poco para los tiempos que corren), es como quedarse mirando la rueca que Velázquez pintó en su obra Las Hilanderas. Nosotros hablamos de profundizar y mirar con otros ojos, y no quedarnos sólo en un "mirar la rueca", sino que la obra nos haga dirigir nuestra percepción hacia el interior del artista, en esta caso Velázquez, que con maestría sublime, supo a través del lienzo y el óleo, ponerla en movimiento; si miro la rueca veo que se mueve, y eso me lleva a contemplar y preguntarme sobre la genialidad de un artista excepcional, así la obra bella apunta a la belleza de su creador.
La belleza es pura gratuidad, y en mundo que parece moverse por lo que vale y produce, por lo que consume y gasta, tener experiencias de gratuidad, ensanchan el alma y hacen que salgamos de nuestra mediocridad.
Existe pues la necesidad en nuestras vidas de crear espacios donde la belleza se haga camino para encontrar al Dios personal, se hace necesario en el apretado horario del hombre, parar y mirar para encontrarse con un Tú distinto a mí. Espacios delicados y habitados por una música bella, o por un silencio elocuente, iluminados por la luz suficiente, ni por exceso ni por defecto, espacios habitados por imágenes o iconos, espacios impregnados de aromas que me llegan y tocan, espacios habitados de ritmos, espacios ya no físicos sino incluso digitales, espacios... Te dejo un espacio digital decorado por unos versos de José Ganivet Zarcos. Que te sirvan de encuentro.
 
 
Señor, todo es sagrado
para quien sabe ver en la mirada
inocente de un niño tu inocencia,
tu obra inacabada;
tu amor, en una madre; tu belleza,
en un cuadro, en un verso, en un poema…
Señor, todo es sagrado
para quien sabe ver en las moléculas,
encendidas, que forman las estrellas,
la mano que sostiene
el Universo entero y lo completa.                                                    
Señor, todo es sagrado
para quien sabe verte en cada puesta
de sol, en cada aurora
Para quien sabe amarte en la pobreza
de los pobres del mundo, en su miseria,
Y aguarda ser un día:
espuma de tu playa
arena de tu arena,
arroyo de tu agua,
gavilla de tu era…
¡Luminosa presencia en tu Presencia!

 
 
 
 

miércoles, 12 de marzo de 2014

Los otros Ecce Homo

Os presento una escultura de Ricardo Flecha de los años 90, que pude contemplar en una exposición hace un tiempo. Me llamó la atención, poderosamente la atención. De grandes proporciones, el autor presenta a un Jesús sufriente, en el momento en que Pilato, sacándolo al pretorio tras su flagelación y tortura sentencia: “Ecce Homo, este es el hombre”.
Mirando la escultura me vienen a la cabeza rostros, nombres, imágenes… todos miran hacia el cielo esperando una respuesta porque no se aguanta más la mirada sobre la tierra. La imagen de un Jesús descarnado, flaco, herido, humillado y amarrado por el cuello con una cadena de metal, me recuerda a tantos otros hombres y mujeres del siglo XXI que soportan la vida erguidos, pero bajo el peso del dolor.
Ecce Homos descarnados en las vallas para frenar su paso en la vida, Ecce Homos desahuciados y agobiados por los pagos a final de mes, Ecce Homos flagelados por las adicciones, Ecces Homos que se mueren de hambre y de sed, Ecces Homos condenados a prostituirse y convertidos en negocio, Ecces Homos víctimas del poder, del dinero, de la imagen, de lo espectacular, de las leyes, de lo deshumanizador, Ecce Homos como Jesús.
Cuando Pilato afirma “Ecce Homo”, posiblemente sin ninguna intención, acaba proponiendo la gran verdad por excelencia, “Este es el hombre”, el verdadero hombre, sin máscaras, sin engaños, y es en él donde se cumplen las máximas aspiraciones de todo hombre y mujer. Paradójicamente este hombre real se nos muestra así de herido, apartado por el resto de hombres a la periferia de lo existente, y morirá extramuros, de nuevo en la periferia de la ciudad. En las periferias de la vida nos encontramos también con otros Ecce Homos, periferias de las que recientemente hablaba el Papa Francisco.
Hace unos días leía un artículo muy interesante del dominico Martín Gelabert, que a colación de una entrevista en el diario Levante  a Santiago Agrelo, arzobispo de Tanger, reflexionaba sobre la existencia de otras muchas periferias en torno a las que deberíamos pararnos y pensar, sin olvidar que Jesús se identifica con ellas. Jesús no se identifica con los poderosos de ninguna condición, no se identifica con ninguna ideología política, ni se identifica con… (ponle nombre tú); Jesús  se identifica con los pobres, y hay muchos tipos de pobrezas y muchos tipos de periferias. Jesús replantea esta nueva forma de  mirar, de vivir, de hacer crecer su proyecto “El Reino de Dios”. ¿Abrir fronteras para integrar periferias? Es un reto.